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El rincón de Irenia

El camino hacia Ítaca

Almohadas - Mario Benedetti

Almohadas - Mario Benedetti Los sueños, imposibles de explicar pero el motor que nos empuja a tirar adelante, aunque sea difícil encontrar una almohada a su medida.

Nunca me ha sido fácil
encontrar la almohada
adecuada a mis sueños
a su medida exacta

en la cabeza noche
se cruzan las fatigas
se ahondan las arrugas
de la pobre vigilia

en la cabeza noche
huyen despavoridos
los árboles los muros
los cuerpos de aluminio

yo no elijo mis sueños
es la almohada / es ella
la que los incorpora
en desorden de feria

mucho menos elijo
las pesadillas locas
esos libros del viento
sin letras y sin hojas

pero al cabo de tantas
almohadas sin cuento
sin historia y sin alas
como siempre prefiero

la de tu vientre tibio
cerca cerca cerquita
del refugio imantado
de tus pechos de vida.

Piedritas en la ventana - Mario Benedetti

Piedritas en la ventana -  Mario Benedetti Hay días en que te dan noticias que te permiten abrir la ventana a la alegría

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas
quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos
está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca
está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana.

Defensa de la alegría - Mario Benedetti

Defensa de la alegría - Mario Benedetti Y aunque haya que defender la alegría por encima de todo, nunca está de más ser precavido

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos
defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias
defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres
defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa
defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.

El principito - Antoine de Saint-Exupéry

El principito - Antoine de Saint-Exupéry Alguien me dijo una vez que no volvería a ser la misma después de leer El Principito. No sé si tendrá razón, eso lo dirá el tiempo. Pero sí es cierto que la lectura de este libro me ha hecho reflexionar sobre el mundo de los adultos, sobre cómo se supone que debemos actuar, qué cosas se supone que tienen verdadera importancia en la vida, cuando en realidad lo esencial es invisible a los ojos. Me gustó ver esta verdad en la que siempre he creído escrita en un libro supuestamente para niños.

He seleccionado un breve fragmento de la novela que creo que resume a la perfección la esencia del libro.

«-¿Qué significa "domesticar"?
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente, verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
-Comienzo a comprender -dijo el principito-. Hay una flor... creo que ella me ha domesticado... [...]
Por favor... domestícame -le dijo-. Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame! [...]

De esta manera el principito domesticó al zorro. Y cuando se fue acercando el día de la partida:
-¡Ah! -dijo el zorro-, lloraré. [...]
Y luego añadió:
-Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto. [...]

El principito se fue a ver las rosas a las que dijo:
-No sois nada, ni os parecéis en nada a mi rosa. Nadie os ha domesticado ni vosotras habéis domesticado a nadie. Sois como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al principito, que continuó diciéndoles:
-Sois muy bellas, pero estáis vacías y nadie daría la vida por vosotras. Cualquiera que os vea podrá creer indudablemente que mí rosa es igual que cualquiera de vosotras. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el fanal, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.
-Adiós -le dijo.
-Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.»

Ya sabéis: "domesticad" a aquellas personas que queráis y quedaos siempre con lo que vuestro corazón e intuición os dicten.

Muere lentamente... - Pablo Neruda

Muere lentamente... - Pablo Neruda hoy me han enviado este texto de Pablo Neruda que nos recuerda qué hacer para no morir lentamente y vivir en plenitud el día a día. No lo olvidéis: Carpe diem.

Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar.

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "ies" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandonando un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Esperanza - Ángel González

Esperanza - Ángel González La que dicen que nunca nos abandona

Esperanza,
araña negra del atardecer.
Tu paras
no lejos de mi cuerpo
abandonado, andas
en torno a mí,
tejiendo, rápida,
inconsistentes hilos invisibles,
te acercas, obstinada,
y me acaricias casi con tu sombra
pesada
y leve a un tiempo.

Agazapada
bajo las piedras y las horas,
esperaste, paciente, la llegada
de esta tarde
en la que nada
es ya posible...
Mi corazón:
tu nido.
Muerde en él, esperanza.

Ellos tienen razón - Mario Benedetti

Ellos tienen razón - Mario Benedetti La soledad esa fiel amiga que nunca nos abandona.

Ellos tienen razón
Esa felicidad
Al menos con mayúscula
No existe
Ah, pero si existiera con minúscula
Sería semejante a nuestra breve
Presoledad
Después de la alegría la presoledad
Después de la plenitud viene la soledad
Después del amor viene la soledad.

Ya sé que es una pobre deformación
Pero lo cierto es que en ese durable minuto
Uno se siente solo en el mundo.

Sin asideros
Sin pretextos
Sin abrazos
Sin rencores
Sin las cosas que unen o separan.

Y en esa sola manera de estar solo
Ni siquiera uno se apiada de uno mismo
Los datos objetivos son como sigue.

Hay diez centímetros de silencio
Entre manos y mis manos
Una frontera de palabras no dichas
Entre tus labios y mis labios
Y algo que brilla así de triste
Entre tus ojos y mis ojos
Claro que la soledad no viene sola

Si se mira sobre el hombro mustio
De nuestras soledades
Se verá un largo y compacto imposible
Un sencillo respeto por terceros y cuartos
Ese percance de ser buena gente.

Después de la alegría
Después de la plenitud
Después del amor
Viene la soledad.

Conforme
Pero
Qué vendrá después
De la soledad

A veces no me siento
Tan solo.

Si imagino
Mejor dicho si sé
Que más allá del mi soledad
Y de la tuya
Otra vez estás vos
Aunque preguntándome a solas
Qué vendrá después
De la soledad.

Instrucciones para llorar - Julio Cortázar

Instrucciones para llorar - Julio Cortázar Hay momentos en los que uno necesita, por uno u otro motivo, llorar. Para ello, se recurren a canciones, películas, poemas, fragmentos de libros o recuerdos determinados. Julio Cortázar en su libro Historias de Cronopios y famas escribió unas sencillas instrucciones para llorar.

Seguro que después de seguirlas el alma se alivia.

Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia adentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.

La cerillera - Hans Christian Andersen

La cerillera - Hans Christian Andersen Hans Christian Andersen escribió hace muchos años este bello, triste y emotivo cuento situado en la noche de San Silvestre. Una historia que nos recuerda que jamás debemos perder la ilusión por conseguir aquello que anhelamos.

Era la noche de San Silvestre, la última noche del año. Todo el mundo en la ciudad se apresuraba para llegar pronto a sus casas y refugiarse del frío y la nieve. Iban muy abrigados, y algunos llevaban regalos de Navidad. Tras los cristales ardía la leña en las chimeneas y había agradables aromas de los manjares preparados para la cena de aquella noche.

En medio del ir y venir, un pequeña chiquilla vendía fósforos para ganar algo con que comprar siquiera un pedazo de pan. - Compren fósforos, lo mejor para encender fuego. ¡Compre cerillas, señor! Pero la gente apenas escuchaba su débil voz y desde luego, por nada del mundo sacarían las manos de sus tibios bolsillos con el frío que hacía.

Poco a poco, la noche se fue acercando y la calle se quedó desierta. -¡Fósforos, fósforos! ¡Cerillas para la lumbre! –Pero la pobre cerillera pronto comprendió que no vendería nada más aquel día. Terminó pronto de contar las escasísimas ganancias. No podía volver así a su casa: sin llevar consigo algo de alimento para su familia.

Pensó que quizá sus padres se enfadaran con ella por no haber sido capaz de vender más, eran tan pobres y tantas bocas que alimentar, que la más mínima cantidad marcaba una gran diferencia. ¡Si por lo menos no hiciera tanto frío! Tenía los deditos entumecidos, la nariz helada y le dolía mucho la garganta. Si se atreviera a encender una cerilla, sentiría un poco de calor...

Al fin y al cabo, en su casa haría el mismo frío que en la calle, pues durante todo el invierno el agua de lluvia se había abierto camino entre las rendijas del tejado, formando goteras y el viento soplaba a través de lo cartones que formaban las paredes de su humilde casita. Se refugió en la esquina que formaban dos casas muy elegantes y con mucho cuidado para no destaparse, encendió un fósforo.

Y la luz del fósforo al arder le mostró una acogedora estancia donde ardía el cálido fuego de la chimenea al lado de una mesa con humeante comida. Las llamas se reflejaban en las paredes creando figuras danzarinas y la pobre cerillera incluso podía sentir el calor de una manta sobre sus rodillas. Al apagarse, la niña volvió a la oscura y fría realidad.

-Si pudiera ser todo el rato así...- Se lamentó la chiquilla –Encender otro fósforo no marcará ninguna diferencia, y sin embargo es tan agradable su luz... Y procedió a prender la llama que esta vez le mostró un salón bellamente adornado, con un árbol de navidad adornado con infinidad de pequeñas velitas centelleantes. Bajo él, los regalos esperando a ser abiertos por niños ilusionados.

Al apagarse el segundo fósforo, la pequeña volvió a sentirse sola, en la noche acariciada por los copos de nieve que caían sin cesar, casi a oscuras, sentada en la calle y aterida de frío. - Encenderé otra cerilla – decidió la niña, pues las ilusiones que le brindaba la luz conseguían apartarla, siquiera por un momento, de la insensible realidad

Y así lo hizo, sostuvo la madera encendida delante de sus ojos y esta vez se vio a sí misma sentada a la agradable mesa al lado de la chimenea, tomando una sopa caliente que reconfortó su enfermo cuerpo. Y también era ella la que se acercó al majestuoso árbol de navidad para abrir los regalos que en su corta vida nunca había recibido.

Tan agradable y tan nueva era la sensación para la chiquilla, tan gratificante sentir el calor del hogar, que esta vez, cuando se consumió la cerilla, sólo quedó junto a la esquina de las elegantes casas el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos, pues su alma se negó a regresar a esa realidad que la había ignorado hasta el momento.

Hagamos un trato - Mario Benedetti

Hagamos un trato - Mario Benedetti Para vosotros, por estar siempre ahí, por tener una mano tendida cuando la necesito, por mimarme y por tantas y tantas cosas... Y porque no se me ocurre una manera mejor de daros las gracias y deciros que podéis contar conmigo aunque esté huraña, fría y distante como en estos últimos días.

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo
si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo
pero hagamos un trato
yo quisiera contar
con usted
es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Paula - Isabel Allende

Paula - Isabel Allende Paula es una de las novelas que siempre tengo en mi mesilla de noche. Es uno de los libros más duros que jamás he leído pero, a la vez, deja una puerta abierta a la esperanza. Leerlo es un excelente ejercicio catárquico para cualquier persona que llega a él.

"Escucha, Paula, voy a contarte una historia, para que cuando despiertes no estés tan perdida.
Hace varios meses terminé El plan infinito, mi novela más reciente, y desde entonces me preparo para este día. Tenía todo listo: tema, título, primera frase, sin embargo no escribiré esa historia todavía, porque desde que enfermaste sólo me alcanzan las fuerzas para acompañarte, Paula. Llevas un mes dormida, no sé cómo alcanzarte, te llamo y te llamo, pero tu nombre se pierde en los vericuetos de este hospital. Tengo el alma sofocada de arena, la tristeza es un desierto estéril, No sé rezar, no logro hilar dos pensamientos, menos podría sumergirme en la creación de otro libro. Me vuelco en estas páginas en un intento irracional de vencer mi terror, se me ocurre que si doy forma a esta devastación podré ayudarte y ayudarme, el meticuloso ejercicio de la escritura puede ser nuestra salvación. Hace once años escribí una carta a mi abuelo para despedirlo en la muerte, este 8 de enero de 1992 te escribo, Paula, para traerte de vuelta a la vida."

Hay días - Fernando Cortés

Hay días -  Fernando Cortés Hay días en los que te cuesta expresar lo que sientes: rabia, frustración, impotencia... Y entonces es cuando, por azar, vas a dar con un poema como éste

Hay días en que siento
un deseo insufrible
de desgarrar el cielo.
De ver cómo mi sangre
se multiplica en uñas afiladas
para arañar su tenue carne azul.
Y entonces necesito
que mis garras arranquen
estrías luminosas
de su pecho apacible,
que abran su alada piel
en fascinantes llagas,
y que al fin, con desprecio,
arrojen sobre el mundo
su luz hecha jirones.

Hay días en que siento,
por ti, por mí y por todos,
un deseo insufrible
de desgarrar el cielo.

Oscuridad hermosa - Gonzalo Rojas

Oscuridad hermosa - Gonzalo Rojas Un poema del Premio Cervantes de este año

Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.
Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.
Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.

La Odisea y las sirenas

La Odisea y las sirenas Ulises y las sirenas. de Herbert Draper (1909).

Probablemente el relato más conocido de las sirenas sea el de La Odisea de Homero. Después de pasar una larga temporada en el palacio de Circe, Ulises emprende definitivamente el camino a Ítaca. La diosa, antes de dejarle partir, le adelanta algunas de las aventuras que va a vivir en los días siguientes. La primera de ellas será el encuentro con las sirenas.

[...] Circe me tomó de la mano y me hizo sentar lejos de mis compañeros y, echándose a mi lado, me preguntó detalladamente. Yo le conté todo como correspondía y entonces me dijo la soberana Circe:
–Escucha ahora tú lo que voy a decirte y lo recordará después el dios mismo: Primero llegarás a las Sirenas, las que hechizan a todos los hombres que se acercan a ellas. Quien acerca su nave sin saberlo y escucha la voz de las Sirenas ya nunca se verá rodeado de su esposa y tiernos hijos, llenos de alegría porque ha vuelto a casa; antes bien, lo hechizan éstas con su sonoro canto sentadas en un prado donde las rodea un gran montón de huesos humanos putrefactos, cubiertos de piel seca. Haz pasar de largo a la nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, si quieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil -que sujeten a éste las amarras-, para que escuches complacido, la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas. [...]
Así dijo y, al pronto, llegó Eos, la de trono de oro.
Ella regresó a través de la isla, la divina entre las diosas, y yo partí hacia la nave y apremié a mis compañeros para que embarcaran y soltaran amarras. Así que embarcaron con presteza y se sentaron sobre los bancos y, sentados en fila, batían el canoso mar con los remos. Y Circe de lindas trenzas, la terrible diosa dotada de voz, envió por detrás de nuestra nave de azuloscura proa, muy cerca, un viento favorable, buen compañero, que hinchaba las velas. Después de disponer todos los aparejos, nos sentamos en la nave y la conducían el viento y el piloto.
Entonces dije a mis compañeros con corazón acongojado:
–Amigos, es preciso que todos –y no sólo uno o dos conozcáis las predicciones que me ha hecho Circe, la divina entre las diosas. Así que os las voy a decir para que, después de conocerlas, perezcamos o consigamos escapar evitando la muerte y el destino.
–Antes que nada me ordenó que evitáramos a las divinas Sirenas y su florido prado. Ordenó que sólo yo escuchara su voz; mas atadme con dolorosas ligaduras para que permanezca firme allí, junto al mástil; que sujeten a éste las amarras, y si os suplico o doy órdenes de que me desatéis, apretadme todavía con más cuerdas.
Así es como yo explicaba cada detalle a mis compañeros.
Entretanto la bien fabricada nave llegó velozmente a la isla de las dos Sirenas –pues la impulsaba próspero viento–. Pero enseguida cesó éste y se hizo una bonanza apacible, pues un dios había calmado el oleaje.
Levantáronse mis compañeros para plegar las velas y las pusieron sobre la cóncava nave y, sentándose al remo, blanqueaban el agua con los pulimentados remos.
Entonces yo partí en trocitos, con el agudo bronce, un gran pan de cera y lo apreté con mis pesadas manos. Enseguida se calentó la cera –pues la oprimían mi gran fuerza y el brillo del soberano Helios Hiperiónida– y la unté por orden en los oídos de todos mis compañeros. Éstos, a su vez, me ataron igual de manos que de pies, firme junto al mástil –sujetaron a éste las amarras– y, sentándose, batían el canoso mar con los remos.



.Ulises y las sirenas de John William Waterhouse (1891).

Conque, cuando la nave estaba a una distancia en que se oye a un hombre al gritar en nuestra veloz marcha, no se les ocultó a las Sirenas que se acercaba y entonaron su sonoro canto:
–Vamos, famoso Odiseo, gran honra de los aqueos, ven aquí y haz detener tu nave para que puedas oír nuestra voz. Que nadie ha pasado de largo con su negra nave sin escuchar la dulce voz de nuestras bocas, sino que ha regresado después de gozar con ella y saber más cosas. Pues sabemos todo cuanto los argivos y troyanos trajinaron en la vasta Troya por voluntad de los dioses. Sabemos cuanto sucede sobre la tierra fecunda.
Así decían lanzando su hermosa voz. Entonces mi corazón deseó escucharlas y ordené a mis compañeros que me soltaran haciéndoles señas con mis cejas, pero ellos se echaron hacia adelante y remaban, y luego se levantaron Perimedes y Euríloco y me ataron con más cuerdas, apretándome todavía más.
Cuando por fin las habían pasado de largo y ya no se oía más la voz de las Sirenas ni su canto, se quitaron la cera mis fieles compañeros, la que yo había untado en sus oídos, y a mí me soltaron de las amarras.

Tu recuerdo se enreda a mi alrededor - Gioconda Belli

Tu recuerdo se enreda a mi alrededor - Gioconda Belli Recordar y escribir, escribir, escribir. Escribir cartas; cartas de amor, de amistad, de añoranza... ¿Qué mejor forma de pasar una tarde de domingo?

Tu recuerdo se enreda a mi alrededor como una manta cobijándome del frío, brilla con mi cuerpo en el silencio mojado de esta tarde en la que te escribo en la que no puedo hacer nada más que pensarte y decir tu nombre en secreto, para dentro de mi boca, envolviéndolo en el recinto de mis dientes, mordiéndolo hasta gastarle las letras, hasta gastar tanto nombre tuyo que me ha ido acompañando, para volver a revivirlo, arrullándome yo misma con tu voz y tus ojos, meciéndome en ese tiempo sin horas en que te quiero, en que amo cada minuto que ha quedado impreso en mi memoria para siempre.

Ítaca - Kavafis

Ítaca - Kavafis Emprendamos el camino hacia Ítaca de la mano de Kavafis, una Ítaca entendida como metáfora de la vida y, por extensión, de todo lo que le da forma.

Cuando emprendas el viaje hacia Ítaca
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de descubrimientos.
A Lestrigones, Cíclopes,
al colérico Poseidón -no temas:
nunca hallarás tales seres en tu camino,
nunca mientras altos sean tus pensamientos,
mientras una extraña emoción
estimule tu alma y tu cuerpo.
A Lestrigones, Cíclopes,
al fiero Poseidón, nunca encontrarás
a menos que en tu alma los lleves dentro,
a menos que tu alma los ponga ante ti.

Ruega que el camino sea largo.
Que sean muchas las mañanas de verano en que,
con gran placer y alegría,
entres en puertos desconocidos;
podrías detenerte en los mercados de fenicia
y comprar hermosas cosas,
coral y nácar, ámbar y ébano,
toda clase de perfumes sensuales...
adquiere tantos como puedas:
podrías visitar muchas ciudades egipcias
y no dejar de aprender de sus sabios.
Que siempre Ítaca esté en tu pensamiento.

Llegar ahí es tu destino.
Pero nunca apresures el viaje.
Es preferible que dure años,
que seas viejo cuando alcances la isla,
rico con todo lo que habrás ganado en el camino,
sin esperar que sea Ítaca la que te haga rico.
Ítaca te dio un maravilloso viaje.
Sin ella no habrías partido.
Pero ya no tiene más que darte.

Y si la encuentras pobre, no creas que Ítaca te ha engañado.
Sabio como te has hecho, tan pleno de experiencia,
habrás entendido lo que significan las Ítacas.